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Caminando cuesta abajo llegas al ribete, al espacio intermedio que se forma en los límites de cualquier embalse, entre el plano del agua y la tierra... Me sorprende poder descender hasta niveles muy a menudo inundados por el agua, donde los colores cambian de repente, se vuelven polvorientos, grises, descoloridos, como pintados con una primera capa de pintura blanca no muy cubriente, o empolvados de arcilla, desgastada por el mismo paso del tiempo, convertidos en lo que podríamos llamar espacios en blanco y negro. Una extraña sensación te envuelve. Lugares que a menudo son recorridos por paseantes anónimos, que caminan alrededor de su perímetro. Algunos los llamarían terreno baldío o tercer paisaje en palabras de Gilles Clement o las heterotopías de Foucault. Espacios que en cierta medida, y en muchos casos, han quedado ocultos, escondidos, sobreviviendo como reductos de territorios yermos, de espacios obsoletos y residuales, de rincones perdidos, apartados del mundo productivo y la actividad económica. Terrenos que a menudo deseamos eliminar de la ciudad contemporánea, ya que se asocian con lo peyorativo, el rechazo, la inseguridad, los derribos, vertederos. Y, añadiría espacios en el límite, en este corte, en el ribete de los embalses. Debemos entenderlos, no desde la negatividad, sino desde el efecto contrario, como territorios en suspensión e improductividad, lugares en negativo, donde el fondo de toda imagen se convierte en primer plano, forma, el mapa contrario de los espacios administrados; lugares diferentes, que no entienden esto como un problema sino como un valor añadido y necesario. Son espacios que también necesitamos para vivir, aunque nos parezca lo contrario. Podemos apreciar en ellos el nacimiento de paisajes secundarios, de plantas pioneras de ciclos muy rápidos y máxima diversidad, con sus poderosas dinámicas de cambio, de una naturaleza que se resiste a morir, y que coloniza y recoloniza tercamente, continuamente, en ciclos de vida y muerte. Espacios que son como resquicios de libertad, de experimentación y de ruptura de la homogeneidad de las ciudades, de resistencia al modelo capitalista. Espacios en los que es posible imaginar y poner en práctica una manera de ser y hacer transgresora y creativa.

Y, en este paseo cuesta abajo, hacia el ribete, en plena pendiente, me encontré con un par de hombres caminando por la orilla, rozando el embalse. A lo lejos se escuchan las voces amortiguadas de gente que se baña y de un niño que juega al eco en el espacio cerrado que forman las paredes de las montañas. Busqué la cueva del Segre o de Vilaplana, un importante abrigo prehistórico hundido bajo el agua.

He vuelto diecisiete años después a este lugar, para retomar un proyecto ya iniciado entonces, en plena construcción del embalse.

Durante el 2000, atemorizados por la mencionada línea, el ribete, y su significado, eran habituales frases como "el embalse debe llegar a esos árboles o a ese tejado", entre habitantes de la zona, porque ella era precisamente la que sentenciaba el futuro de sus habitantes, la continuación o no en el mencionado territorio, dependiendo si la finca, la casa... se situaba por encima o debajo de esta. Al final, 435,54 metros, era la cota más alta.

Las tierras de Lérida y Huesca, como territorios de embalses. Amplia fisura, que delimita y separa artificial y/o naturalmente ambos territorios. Espacio de soledades, en su momento de dolor por la emigración forzada, que comienza muchas veces mucho antes de que se ponga la primera piedra de la nueva presa, condena a la desaparición, fuerza a sus habitantes al abandono progresivo de lo que es suyo. He recorrido a lo largo del tiempo muchos de estos territorios, Rialb, Santa Anna, Canelles... y sus despoblados de Finestres, Fet, Montfalcó, Blancafort, Canelles, Tragó..., o las ruinas de estos, como Bassella...

El ribete, esta vía dolorosa, como espacio que quiero preservar, o hacerle un homenaje, de ahí mi acción como proceso de registro, de calco a la manera de cromatografías, o marcas dejadas en un papel secante de un laboratorio, después de extraer la clorofila u otros pigmentos. Extraer la huella, la marca de este paisaje, ante su inminente desaparición. Se trata de arrancar lo que se pueda conservar. Registrando fragmentos continuos, de esta larga franja, como una acción lenta y metódica, la de un puro registro mecánico. Acción de repetición, ante un paisaje que se va borrando lentamente sin que nosotros y nuestros ojos seamos capaces de apreciarlo.

El resultado, en forma de guía o mapa, nos remite a la búsqueda de estos espacios, desde unos puntos concretos propuestos -coordenadas-, la realidad es que estos espacios, paisajes, difícilmente los encontraremos, al menos tal como son presentados en esta guía, porque al fin y al cabo se trata de espacios, lugares, en movimiento continuo.

El ribete. Cromatografías perimetrales. Libro de artista. *Proyecto originalmente basado en el embalse de Rialb.

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